Un ritual sagrado

Luego del nacimiento, el bebé se ve invadido por nuevas sensaciones, todo el mundo es inmenso y necesita nuestra envoltura para sentirse protegido, acceso al cuerpo permanente para que la soledad y el sufrimiento no le interrumpan la vida.

Los ruidos, las personas, los espacios enormes, los estímulos dentro del hogar, tienen una proporción monstruosa para un bebé solo en una cuna o en un coche.

No alcanza con el alimento que le podamos dar, necesita también unos brazos y una mirada que cerquen este mundo gigante, y una mirada donde encontrarse que le dé luz a este camino desconocido, para explorar el mundo a su ritmo y medida.

Y si eso no pasa, surge una fiera hambrienta de amor y de contacto que andará por el mundo buscando eso que faltó en distintas modalidades insospechadas.

Un hambre de amor que no podrá resarcir jamás. Que si, de adultos, podremos entender desde la mente , pero y la piel? Qué hacemos con la piel impregnada de esas primeras vivencias de soledad que confieren al recuerdo unas proporciones inmensas, imposibles de digerir, de elaborar?

¿Cómo calmar esa angustia? Que se ve de bebé por las noches y después en años posteriores

¿Cómo alimentar al niño con otra cosa además de leche?

¿Se puede calmar esa sed de cobijo, de ternura, de suavidad?

Sí, como dice Leboyer, “Hay que hablarle a su piel, hablarle a su espalda que tiene tanta sed y tanta hambre como su vientre”.

¿Y cómo hago eso?

Y te cuento cómo lo hago pero la magia es que vos en el momento vas a encontrar tu propia manera con tu bebé, ambos son una pieza única y para encontrar esa “manera” la sugerencia es estar disponible.

Un baño tibio, jugar con agua, relajar.

Disfrutar. Luego de la ducha al cuarto con luz tenue. Música suave si es necesario entrar en un clima o silencio.

Aceite de coco y movimientos circulares en pies, piernas, rodillas, delineamos el cuerpo con suavidad con “manos de algodón” sin pensar en mañana ni en ayer. Delineamos brazos , movimientos cruzados en el pecho, en el vientre, le damos forma al rostro. Solo estar: Aquí hoy. Eso es todo.

El bebé absorbe lo que está sintiendo en el cuerpo, cada caricia, cada delicadeza, cada tono de palabras que avisa por donde voy, cada dedo sobre la piel genera una sensación nueva, cada punto de contacto toca algo más en su interior que lo tranquiliza y lo calma, el gesto lo dice todo, su quietud espera el siguiente movimiento, se refresca.

Empezas a entrar en el ritmo, en la armonía que se convierte en clima, y este pequeño momento, es algo sagrado, tanto si llora por las noches, como sino. Tanto si está sobre estimulado, agobiado, cansado, como sino.

Este momento; que podes hacer de él un ritual ayuda a calmar la ansiedad, a disfrutar, a valorar el cuerpo, a sentirse queridos y valorados, así como son, a elaborar y registrar que me pasa, a sonreír por que la vida al final es ternura y a descansar en el amor.

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